Llegó el día de la entrega de los regalos y del
almuerzo que había programado la señora Nancy. Como nunca, las damas
trabajadoras estaban con sus mejores trajes, la mejor sonrisa y muy bonitas.
Mariano las miraba impresionado de tanta belleza. No importaba el color de la
piel, ni la edad, ni el color de los cabellos. En ese momento, la alegría y el
corazón de cada una de ellas, se expresaba con toda naturalidad.
Empezaron trabajando muy temprano, sin embargo
a las doce del día, momento del break, tuvieron que hacer un alto. Las
circunstancias y los regalos, hicieron extender por ese día el tiempo
acostumbrado para el almuerzo de treinta minutos hasta los setenta minutos. Total, la fiesta era
lo primero.
De parte de
la señora Nancy llegaron los tamales mexicanos y unas bebidas para la sed. No
había más. Definitivamente ese día el almuerzo al parecer era muy poco. Al
parecer habían querido hacer los menores gastos. Pero como la alegría ya se
había iniciado, cada una de las mujeres sacaba de sus bolsos dulces, galletas
por montones, tortas y muchas cosas para comer.
Epifanía se
encargó de decir unas palabras iniciales y sin dilación todas aplaudieron. Al
instante, hicieron un brindis con un delicioso vino que había traído Rita. Así,
pasaron al intercambio de regalos y la sonrisa salía a flor de piel.
Todas
tenían su ángel y empezaron a desfilar los más hermosos regalos e
inimaginables. Cada una se sorprendía por el regalo y el ángel que había
tenido. Así, despertó una hilaridad de todas, cuando vieron abrazarse a Hong
con Leonor, dama cubana, a quien llamaban “beba”. Leonor le llevaba casi el
doble de estatura a Hong, mientras tanto le decía:
– Beba.
Y todos
soltaron una carcajada llena de alegría y de júbilo.
Siguieron
los abrazos y los regalos, entre tanto, la señora Nancy desde una parte de la
fábrica las observaba.
Cuando se
abrazaron Blanca con Dung, hasta se dieron algunos besos en las mejillas y
todas aplaudieron de nuevo por lo espontáneo. Cony fue hacia ellas y las
estrechó también. Los regalos fueron
impresionantes y llenos de colores, donde no faltaron las flores y la serpentina alrededor del cuello
de cada trabajadora.
Ruthie
abrazó a Pilar muy emotiva y se explayó con algunas frases dichas en inglés en
la que todos festejaron. Pilar volteó para llamar a Geraldín y desearle lo
mejor, porque era su último día de trabajo en la fábrica. La unieron al grupo para
un abrazo conjunto. Las compañeras reían más.
Epifanía
miró a Mariano y a Rita, comprendiendo que uno de ellos debía ser su ángel. Grande
fue su sorpresa cuando se enteró que efectivamente Mariano era el indicado.
– Gracias
don Mariano – dijo Epifanía sin más palabras y con una emoción muy grande en el
rostro, al momento de recibir el cuadro hermoso y varios regalos más que no
había esperado.
Mariano
también estaba emocionado y recibió
preciosos regalos de Rita. Epifanía abrazó también a Rita.
Como
esperando el último momento, Epifanía miró a la señora Nancy y le dijo
sonriendo:
– Señora
Nancy, por favor, aquí tenemos un presente para usted, de parte de todas las
trabajadoras. Gracias por todo.
La señora
avanzó unos pasos agradeciendo el gesto y pidió disculpas por la pequeñez del
almuerzo.
Mariano
aprovechó ese instante para entregarle la Biblia, a nombre también de todas las
damas de la fábrica, con una dedicatoria muy bonita.
Luego de la
algarabía, cada una tomó su lugar en la fábrica para seguir trabajando y
cumplir la jornada laboral frente a la máquina o manejando las herramientas. Parece
que dentro del ambiente de la fábrica los últimos minutos de trabajo de ese día
se convirtieron en una profunda paz. Cada una mostraba su mejor sonrisa a la
otra y todos los sentimientos buenos afloraban por cada uno de sus poros.
Grande fue
la sorpresa de cada una de las mujeres al finalizar la jornada, porque el
almuerzo y el intercambio de los regalos había dejado muchos dulces, galletas y
porciones de torta.
Al salir tuvieron
que ayudarse mutuamente para ir acomodando todos los paquetes en algunos
automóviles que algunas tenían y llevar más todavía.
En el
momento que estaban saliendo a la playa de estacionamiento de los alrededores
de la fábrica, hizo su aparición en su camioneta uno de los hijos del dueño del
almacén de telas que estaba muy cerca y las llamó súbitamente. Cuando se
acercaron, no lo podían creer, tenían más regalos por la Navidad. Cada una de ellas tomó lo que prefería. Había
planchas, licuadoras, tostadoras, cafeteras y muchos presentes. Varias mujeres
tomaron dos o tres paquetes más y se sintieron muy afortunadas. Los abrazos con
el señor, la alegría desbordante y la risa continuaron aún por varios minutos.
Hasta a las manos de la señora Nancy
llegó un presente.
Habían
pasado un día muy alegre y lleno de energía. Cada una sintió la plena satisfacción
por vivir. No se lo habían propuesto antes, sin embargo en cada mujer fue
quedando una semilla nueva, que obviamente por las circunstancias coyunturales
y sociales, demoraría en germinar, pero el tiempo las tendría que hacer más
humanas.
Muchos años
habían vivido probablemente en la oscuridad mental y no viendo más allá de unos
pasos. Es posible que todos los acontecimientos y las experiencias en la
fábrica les daría a cada una de ellas la oportunidad de despertar a nuevas
situaciones y perspectivas, siendo mujeres nuevas dentro de un mundo nuevo.