viernes, 11 de noviembre de 2016

El Perrito de la Torrentera

(En la foto, la madre del perrito)

Volví varias veces para mirar el perrito que estaba en la torrentera. Un poco más arriba del “Mall Parque Lambramani” (Arequipa, Perú), casi exactamente debajo del puente La Isla. Me apoyaba al muro de contención para buscarlo. Miraba hacia arriba como dirigiendo la mirada a la Av. Jesús y luego hacia abajo. Naturalmente la torrentera estaba con basura. Algunas personas de los alrededores no tenían cuidado y lanzaban desperdicios en bolsas y se juntaba con las piedras y la tierra. A veces se sentían olores muy fuertes de algunas bolsas que entraban en estado de descomposición. El cauce de la torrentera se convertía poco a poco en un gran basurero. Una noche vi a la perrita que era naturalmente la madre del perrito, que ladraba desde un lugar cercano a esos obstáculos de cemento. Comprendí que era una forma de ladrar al mundo como para decir que nadie hacía nada por su perrito. Claro, como todavía era algo pequeño, no podía saltar. La perrita quien era la madre, ladraba y ladraba, escuchándose un ladrido algo especial, hasta diría algo lastimero o con pena, como pidiendo ayuda al cielo y a las estrellas. ¿Quizá a ese Dios que conocemos? Alguna vez la veía acompañada de otros dos perros grandes como ella. Quizá compartían su preocupación por su hijito, el perrito, y la acompañaban. Ahora solo estaba un perrito. Recordé también que aproximadamente un mes antes había visto a varios perritos, en total tres, y obviamente había quedado uno solo. Hasta conversé con una señora que tenía una tienda por la avenida Jesús donde vendía pollos. Luego de unos días me dijo que había trasmitido la noticia de los perritos a una señora con su hijo y se habían interesado en ir a ver porque ella tenía como un pequeño albergue y prestaban ayuda. Otro día y casi a media mañana vi a varios perros grandes, como unos cuatro, que caminaban por el cauce. Uno de ellos de buen porte, de un color café claro (como amarillo) y de un pelaje muy fino y bonito corría tratando de perseguir a unos pajaritos que volaban por la cercanía. Notaba que el perro saltaba y volvía a correr mirando donde pisaba, porque habían pequeñas piedras, algunos arbustos y bolsas de plástico. Así, varias cosas, varias. Durante los días de la última semana de octubre lo fui buscando y me di cuenta que un hombre desde hacía varias semanas le dejaba agua fresca en un balde que sirve para las pinturas. Se veía el agua muy limpia y cristalina. Alguna vez también observé que el depósito no tenía agua o estaba volteado. Luego de otro par de días aparecía lleno nuevamente de agua. Sentía que alguien más se preocupaba, eso parecía, aunque realmente se preocupaban también otras personas. Advertí que desde el muro otras personas le lanzaban unos panes en alguna bolsita. Otro día miré una bolsa de plástico con esa comida especial para los perritos que venden por kilos. Algunos la llaman comida seca, otros le dicen galletas. Así, aunque siempre pensaba que yo era la persona que debía sacarlo, llevarlo donde el veterinario y después cuidarlo. En casa ya vivían con nosotros cinco perritos y un gatito. Un día cuando pasaba por el puente a eso de las siete de la noche, lo vi al perrito sentadito a un costado de los cimientos del muro de contención, en una como especie plataforma de cemento que el concejo había construido para la lluvia. El perrito ya tenía unos tres meses y medio o algo más. Había logrado subir a ese sitio y parecía que estaba conociendo algún camino para salir de allí. Aunque realmente parecía algo difícil porque después se levantaba más obstáculos. Así, estaba sentadito en medio de la torrentera y en medio de la tenue oscuridad. El perrito miraba muy tranquilo desde su sitio. Parecía estar en una calma espera por la persona que le llevaba agua y seguro esperaba que un día lo saque de allí. Realmente fue casi la última vez que lo vi. Estábamos terminando octubre de este 2016. La fiesta de Halloween estaba en apogeo ese último día de octubre. Desde ese día fui varias veces y aunque antes también le había llevado comida o le preparaba algo en casa, luego ya no estaba. Pasaba por allí y ya no se veía ni agua en el recipiente. Hasta el recipiente fue desapareciendo. Ahora que es 11 de noviembre, mi alma quiere asimilar y decirme que alguien con un sentimiento profundo se lo ha llevado para criarlo y darle un hogar. Es la esperanza. La perrita mamá ya no caminaba por el lugar.

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